Sí bien el Río Carrileufu se ha hecho famoso por sus balseadas, ya que aunque corto en extensión es profundo y rápido, durante el verano puede ser vadeado “a demanda” en casi toda su extensión, y a pesar de su caudal reducido presentar buena pesca, esto es truchas de algo más de 50 centímetros y aproximadamente un kilogramo de peso. Lo suficiente como para divertirse todo el día.
Aunque ni el Lago Cholila, ni el Río Carrileufu, que nace del mismo, se encuentran ubicado dentro de la jurisdicción del Parque Nacional Los Alerces, éstos son el primer lago y río de una cadena conformada por el Lago Rivadavia, el río del mismo nombre, el Lago Verde que a través del Río Arrayanes recibe las aguas del Lago Menéndez y luego desemboca en el Lago Futalaufquen. Éste último a su vez se encuentra unido al Lago Kruger, que a su vez se encuentra conectado con el Embalse Amutui Quin por el Río Frei.
Desde la ruta 71 el pescador tiene acceso desde el Lago Cholila hasta el Futalaufquen. Ésta ruta nace de la 40, unos 60 kilómetros al sur de El Bolsón. La Ruta 71 es de ripio, pero está constantemente mantenida, particularmente durante la temporada estival y la de pesca, por lo cual es accesible con cualquier vehículo en buen estado.
Una característica de todos estos lagos y ríos, es la presencia de muy buenas zonas para acampar, algunos de ellos dotados con todo tipo de comodidades, particularmente fogones seguros dado el peligro de incendio.
Un punto a recalcar es que la mayoría de los campings de la zona cuentan con baños dotados con duchas con agua caliente, algo muy apreciado en estas latitudes aún en verano.
La pesca durante estos meses en el Carrileufu es más que nada de flote, con secas, en ocasiones una línea de hundimiento con una Wolly Bugger suele dar resultados extraordinarios, como ocurrió en ésta salida, en la cual empleamos una Reddington número 4 con un tipett 2 cero.
La vadeada comenzó casi en la boca donde comienza el río, y se extendió por unos tres kilómetros río abajo sin mayores inconvenientes y habiendo tenido que salir sólo una vez del agua para poder sortear un tramo corto demasiado profundo como para arriesgar un chapuzón, ya que sí bien la fecha era 18 de enero, la temperatura era muy similar a la de un día de comienzo de temporada, allá por los diez grados.
Durante todo el trayecto vadeado sólo vimos dos balsas, y casi ningún “gringo”, cosa rara en éste río, aunque entendible por el alboroto mundial existente gracias a las hipotecas prime y subprime. Lo que sí se han visto, aunque no en ésta época, han sido europeos, y una creciente cantidad de pescadores nacionales del norte del país.
Después de un viaje de una hora y media desde El Bolsón, entramos al río a pescar a eso de las nueve, con el cielo nublado y el viento soplando desde el Oeste, que es el cuadrante desde el cual normalmente lo hace, pero a medida que nos fuimos alejando del nacimiento, internándonos en el valle del río, el mismo fue cediendo en intensidad, aunque solamente paró, y el cielo se despejó, a eso de las cinco de la tarde.
Por la tarde, cuando el viento paró y con el sol pegando fuerte, fue cuando comenzó el festival en la superficie, particularmente en lugares de aguas calmas.
Por la mañana pescamos hasta el mediodía, ya que a las 12 paramos para comer algo. La intención era retornar al río inmediatamente después del almuerzo, pero los estragos del asado y el vino fueron grandes, y hasta pasadas las cinco de la tarde nadie dio señales de vida. El pasto verde y mullido y las sombras frescas de los árboles fueron demasiado para los tres de la partida.
En referencia a estas últimas, y sí bien las capturas fueron varias, lamentablemente nunca estuvimos juntos la cámara, dos pescadores y una buena trucha al mismo tiempo y en el mismo lugar, por lo cual las dos únicas fotos de estos hermosos peces son las que puede sacar estando solo y sin muchos preparativos debido al escaso tiempo que hay para retornarlos al agua sin mayor sufrimiento.